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Todo lo que debe saber sobre la 1ª Guerra Mundial - 1914-1918. Las batallas, las campañas militares, los personajes y los hechos históricos fundamentales para comprender el conflicto bélico que cambió la historia del siglo XX.


 

Capítulo 1
LA GUERRA QUE COMENZÓ EN SARAJEVO


Sarajevo es una de las ciudades más singulares de Europa.
Pese a encontrarse en un valle rodeado de montañas —dos de ellas superan los 2.000 metros de altitud—, es una ciudad por la que ha circulado abiertamente la historia europea de los últimos siglos.
Fue fundada en 1461 por los turcos, que le dieron el nombre de Saray Jedive (Palacio del gobernador general). A finales del siglo XVII se había convertido, tras Constantinopla, en la segunda ciudad más importante del Imperio Otomano. En 1879 pasó a estar tutelada por el Imperio Austrohúngaro, siendo anexionada oficialmente por este en 1908. Tras la Primera Guerra Mundial, Sarajevo formó parte de la recién creada Yugoslavia. Pero entre 1992 y 1995 sería sometida a graves padecimientos; cercada por los serbiobosnios, que la convertirían en objetivo de su artillería y de sus francotiradores, Sarajevo se convertiría en una ciudad mártir, de la que emergería como capital de la República de Bosnia y Herzegovina.
Esta agitada historia tiene su clara plasmación en la ciudad. Allí es posible ver, en perfecta armonía, minaretes y campanarios que llaman a la oración a sus fieles; entre sus habitantes podemos encontrar una mayoría de musulmanes, así como cristianos católicos y ortodoxos, procedentes respectivamente de las vecinas Croacia y Serbia. También se advierte en la construcción de sus edificios el carácter centroeuropeo que le imprimió el Imperio Austrohúngaro, mientras que algunos adornos orientales remiten a la estética del Asia Central, importada por los turcos. No sin razón se le llamó en un tiempo "La Damasco del Norte". Sarajevo representa la ucronía de aquella Europa que pudo haber surgido del sincretismo entre las civilizaciones cristiana y musulmana.
Sarajevoha sido historicamente un crisol de culturas. En ella han convivido razas y religiones distintas durante siglos, pero fue aquí tambien en donde salto la espoleta que hizo estallar la Primera Guerra Mundial.
Esta actitud abierta y cosmopolita tuvo su punto álgido en 1984, cuando deportistas de todo el mundo acudieron a Sarajevo para participar en los Juegos Olímpicos de Invierno. Todo ello hace que una ciudad mediana como Sarajevo pueda exhibir con orgullo la vitola de ser un crisol de etnias y culturas sin par. Algunos recurren a este mestizaje para explicar la reconocida belleza de sus mujeres.
Por lo tanto, si la Gran Guerra debía comenzar en algún punto de Europa, no hay duda de que Sarajevo podía defender su candidatura con toda legitimidad. Y eso es lo que ocurrió un caluroso día de verano de 1914, cuando el heredero de los Habsburgo, el archiduque Francisco Fernando —cuyo nombre completo era Franz Ferdinand Karl Ludwig Josef von Habsburg-Lothringen Erzherzog von Österreich—, giraba una inoportuna visita a esa ciudad, con ocasión de unas maniobras militares. Iba acompañado de su esposa, Sofía Chotek, duquesa de Hohenberg, que se encontraba embarazada [1] .
Precisamente en esa fecha se celebraba el día nacional de Serbia, aniversario de la derrota de los serbios por los turcos en la batalla de Kosovo en 1839, una fecha que conmemoraba la humillación sufrida por el pueblo serbio a manos de su enemigo histórico y que servía de estimulante para sus nunca satisfechas reivindicaciones territoriales. Lo que quizás no sabía el archiduque era que en ese lejano día, pese a la derrota sufrida en el campo de batalla, un soldado serbio consiguió introducirse en el campamento turco y, penetrando en su tienda, asesinó al sultán. Por tanto, si debía escoger un día para visitar Sarajevo, ese domingo 28 de junio no era el más indicado.
La imprudente visita del sobrino del anciano emperador Francisco José era sentida así como una nueva humillación para todos aquellos que anhelaban sacudirse el dominio austríaco e incorporarse al sueño de la Gran Serbia. Entre ellos, un grupo compuesto de siete estudiantes no estaba dispuesto a que el archiduque saliera con vida de Sarajevo. Estos jóvenes, que no superaban los veinte años, formaban parte de la organización secreta "La Mano Negra"; este siniestro nombre era debido a que cada miembro debía enrolar a otros cuatro, formando así los cinco dedos de una mano. Al frente de esta trama se encontraba el jefe de los Servicios de Información del ejército serbio.
Paradójicamente, el objetivo de este grupúsculo, el archiduque Francisco Fernando, era sensible a las aspiraciones serbias y deseaba crear un centro de poder eslavo en el sur del Imperio que se uniera a la bicefalia de Austria y Hungría. Este planteamiento despertaba muchos recelos en la propia Viena, pero tampoco parecía entusiasmar a los eslavos, que deseaban romper amarras con el Imperio y unirse a sus hermanos serbios.

UN TRÁGICO DESPISTE DE CONDUCCIÓN


Franz Urban era ese día el conductor del vehículo oficial del archiduque por las calles de Sarajevo. Durante una parte del trayecto no prevista, el experimentado chófer se confunde y toma una calle equivocada. Para retomar de nuevo la ruta correcta, decide salir de la calle circulando lentamente marcha atrás. En ese momento, por pura casualidad, uno de aquellos estudiantes, Gavrilo Princip, ve acercarse hacia él el coche oficial, reconociendo de inmediato al archiduque. No puede creer lo que ven sus ojos; tiene a pocos metros al hombre que encarna la dominación austríaca. Sin pensárselo dos veces, Princip echa mano a su pistola y apunta al archiduque. La tragedia que conmocionará a Europa va a producirse en pocos segundos...
El archiduque Francisco Fernando quería descentralizar el Imperio austrohúngaro, pero sus propuestas ya no serían escuchadas por los nacionalistas serbios, deseosos de librarse por la fuerza del dominio austríaco.
El coche en el que viajaba el archiduque cuando fue asesinado, expuesto en el Museo de Historia Militar de Viena, al igual que el uniforme ensangrentado y el arma utilizada. La bala disparada por Princip puede contemplarse en el castillo de Konopiste, en la ciudad checa de Benesov.
Pero dejemos congelada esta dramática escena y retrocedamos a lo que había ocurrido esa misma mañana. Poco antes de las diez, Francisco Fernando y Sofía habían llegado a Sarajevo por vía férrea.
Al salir de la estación subieron al coche oficial y, junto a seis vehículos más, se dirigieron al Ayuntamiento. Hacía un tiempo espléndido; el cielo se encontraba totalmente despejado de nubes y soplaba una suave y agradable brisa. En su recorrido por las engalanadas calles de la ciudad tuvieron ocasión de saludar al público que se había congregado en las aceras desde el vehículo descapotable.
Aunque se oían algunos aplausos, no se percibía ningún entusiasmo y la sensación general era de simple curiosidad por la visita de tan altas personalidades, cuando no de indiferencia.
El asesino frustrado intentó suicidarse de inmediato ingiriendo una pastilla de cianuro y arrojándose al río. Definitivamente, ese no era su día de suerte, puesto que cayó en un lugar del río en que tan solo había un palmo de profundidad y, para colmo, vomitó la píldora. Fue arrestado por la policía.
El archiduque no se dejó impresionar por este atentado y, en lugar de dar por finalizada la visita, decidió continuar con la agenda prevista y ser recibido en el Ayuntamiento con todos los honores.
Allí se produjo un momento de gran tensión, cuando el alcalde, al no haber tenido tiempo de modificar el discurso previamente preparado, leyó un párrafo en el que se hablaba de "la acogida calurosa que la población de Sarajevo ha brindado a los príncipes". El archiduque interrumpió al alcalde y le manifestó su célebre reprimenda:
"Venimos aquí en visita de amistad... ¡y nos recibís con bombas!".
Sofía, tomando la mano de su esposo, consiguió calmarlo mientras el azorado alcalde concluía su desafortunado discurso.
A la finalización del acto, el archiduque, para desesperación de su séquito, que deseaba abandonar cuanto antes la ciudad, en lugar de despedirse, decidió trasladarse al hospital en donde habían quedado ingresados los dos miembros de su comitiva para interesarse por su estado de salud.
Alguien sugirió que, vistas las circunstancias, lo más aconsejable era que las tropas austríacas estacionadas fuera de la ciudad formasen un cordón de seguridad en el siguiente trayecto, pero esta idea fue desechada por la absurda razón de que esos soldados no tenían disponibles sus uniformes de gala. Así pues, la seguridad del archiduque continuó en manos de la policía de Sarajevo. Los relojes del campanario de la iglesia señalaban las doce cuando partieron Fernando y su esposa desde el Ayuntamiento.
Y llegamos a la escena que habíamos dejado en suspenso, en la que el chófer Franz Urban, desconocedor de la mejor ruta para llegar al hospital, se equivoca entrando desde el muelle Appel en la calle Gebel. Ese simple error de conducción será fatal, no solo...